martes, 2 de diciembre de 2014

Y asi podría ser la vida de un aspie - parte dos



DE ADOLESCENTE:
Y así como llegó, la escuela terminó, pasamos a la secundaria, empieza la adolescencia.
La primera parte de mis andanzas colegiales son lo más parecido que podría suponerse a un remake de bajo presupuesto de mis años de primaria, aunque con un cambio de factores y actores, ya no estaba con la gente de mi barrio ni en la escuela de mi madre, ahora eran compañeros y profesores extraños, aunque el ciclo de comportamiento inicial fue el mismo, acoso, respuesta, retirada, aislamiento. Así por todo el primer año.
Para mi segundo período algo cambió, me empecé a rebelar contra las reglas casi militares de la institución educativa, me sentía reprimido, aplastado por el protocolo de corbata  y uniforme, de normas y limitaciones, si bien es cierto yo no tenía propensión a romper las reglas si la tenía a cuestionar lo absurdo de muchas de ellas. Llamaron a mi madre a una reunión donde le informaron que, a pesar de mis excelentes resultados académicos, probablemente la disciplina del colegio “no era adecuada para su hijo”, en pocas palabras fueron  muy diplomáticos para expulsarme.
Cambio de colegio, y de historia, esta vez no pasaría lo mismo. Ingresé en mi nueva casa de enseñanza haciendo mala cara desde el principio y dejando ver a todos que no quería que se metieran conmigo. Para mi asombro la estrategia resulto un rotundo éxito e, increíblemente, algunos compañeros empezaron a acercarse a mí de una forma mucho más relajada, permitiéndome abrirme un poco más y establecer lo más parecido a una relación amistosa con mis pares que había conocido en mi vida.
Estas relaciones me llevaron al desarrollo de lo que sería mi segunda estrategia para afrontar el mundo, el humor, resulta que algunas de mis ideas de lo que sería una broma o travesura juvenil, a pesar de ser poco comunes, llegaron a parecerle muy divertidas a algunos de mis compañeros, quienes optaron por llevarlas a su ejecución. A esas edades este tipo de cosas tienen ciertas connotaciones respecto a tu papel en el grupo, si es que yo realmente tenía alguno. Mis ocurrencias, ahora acompañadas por ácidos comentarios de tiente humorístico, me dieron lo que podríamos considerar como una relativa popularidad, la cual, aunque nunca llegó al establecimiento de verdaderas amistades… o verdadera popularidad, me puso en un lugar totalmente desconocido hasta entonces, podía vivir tranquilo sin necesidad de estar siempre a la defensiva. Aunque siempre se dio algún hecho desagradable aislado, podría afirmar que el final de la secundaria fue tranquilo y relativamente feliz, mantuve mi lugar de diseñador de travesuras y ocurrencias y ellos me siguieron aceptando  por eso, aunque nunca llegamos a más.
Hace unos meses, teniendo yo cincuenta y seis años, estaba con mi hijo de trece pasando la tarde en la piscina de la casa y de repente, él me hizo una inesperada pregunta: “Papi, quienes eran tus amigos y como eran las fiestas  a las que asistías cuando estabas en secundaria”. Los cielos se abrieron, la verdad brilló en todo su esplendor, ahí frente a mi hijo, con más de cinco décadas de transitar en este mundo, me di cuenta, por primera vez en mi vida, de que no tuve verdaderos amigos en el colegio, de que nunca ninguno me invitó a su casa y de que jamás asistí a una fiesta, vaya noticia!
Aquí deseo apartarme un momento del relato de mi muy emocionante vida para una pequeña reflexión, esto porque la etapa de la adolescencia es muy importante y puede ser por mucho la más difícil para nosotros.
Los padres de los aspies sueñan casi siempre con que su hijo se vuelva uno más del grupo de compañeros del cole, lo siento si yo soy el que tengo que decirles que Santa Claus no existe, pero la realidad es que eso jamás sucederá, ellos siempre estarán un tanto o muy apartados, participando pasivamente en algunas actividades que no le molesten y siendo el centro de atracción y de autoridad cuando se trate de algunos de sus temas fuertes. Podrá inclusive ser sumamente exitoso en su relación compañeros individuales con las que comparta algún y podría crear vínculos con verdaderos amigos que incluso mantendrá toda su vida, pero, parte del grupo, NO, empezando por que casi siempre estar en el grupo le es mucho más molesto que agradable.
Pero no se pongan tristes, hay soluciones, pero debemos saber buscarlas. Todo aspie tiene grandes fortalezas en algunos campos concretos como la música, alguna otra actividad artística o cultural o deportiva; si, ya sé que, según los expertos, somos un desastre atléticamente hablando, pero eso no es cierto, somos pésimos casi siempre en deportes grupales y “apañando la bolita” nos convertimos en un acto de comedia tipo “Los tres Chiflados”, pero en deportes individuales, como ciclismo, ping-pong, natación y otros, podemos ser sobresalientes. Busquen eso precisamente, las fortalezas de sus “aspitos” e inscríbanlos en grupos adecuados a dichas fortalezas, en mi caso mi hijo es tremendo músico, obvio que está en una orquesta, ahí si es uno más del grupo y la razón es sencilla, el vínculo de ser todos músicos y “hablar música” prevalece sobre sus diferencias, así que, a buscar opciones.
Y volvamos al escalofriante, emocionante e intrigante relato de mi adolescencia.
Alguien se preguntará, y las chicas? cómo puede un tipo hablar de  su adolescencia sin chicas? pues eso si fue sencillo, nunca supe como acercarme a ellas, como establecer conversación, como invitarlas a salir o simplemente como saludarlas o siquiera volverlas a ver sin parecer un completo imbécil.
Pero, aunque cueste creerlo, no me fue tan mal, por ahí tuve par de “noviecitas”, por periodos ridículamente cortos, y algunas amigas muy cercanas, esto, según ellas decían, porque les atraía mi supuesta inteligencia y les entretenían mis disertaciones respecto a cualquier tema, sobre todo los más extraños e inusuales, obviamente que al muy poco tiempo se aburrían de estar con un muchacho que no asistía a fiestas, que casi no bailaba, en fin, que no se comportaba como ningún otro tipo y me dejaban, supongo que la conclusión de mis romances juveniles era totalmente predecible.
En esos años también desarrollé lo que sería la verdadera pasión de mi vida, la música.
Crecí en los sesentas, escuchando los éxitos de los cantantes juveniles del momento, César Costa, Angélica María, Rocío Durcal, así como las bandas de moda, Beatles, Rolling Stones y otros que escuchaban mis hermanas y sus amigos, esto en conjunto con la Matancera, la Billo´s, los Churumbeles y las zarzuelas españolas que escuchaba mi padre, de todo ese mosaico musical lo que captó mi atención fue el rock, aunque en realidad, no me moría por estarlo escuchando.
Para el final de la década empiezan a aparecer en la música rock trabajos musicales de mayor profundidad que culminan en las grandes bandas progresivas europeas de la época, Emerson, Lake & Palmer, Yes, Genesis, Jethro Tull, Premiata Forneria Marconi y muchos más, nombres que a la mayoría les parecen raros y desconocidos, pero que tuvieron una época gloriosa desde el punto de vista musical. Estas bandas se caracterizaban por hacer música de altísima complejidad, con estructuras e instrumentaciones tremendas que diferían en absolutamente todo de la musiquita fácil de la radio. Esas obras captaron de inmediato mi atención, me fascinaba sentarme por interminables horas a escucharlas y analizarlas una y otra vez, encontrando siempre nuevos elementos de interés. También por esos días empecé a interesarme en la música académica, en pocas palabras, me apasiona la música compleja.
Obviamente yo quería ser músico, pero ni idea tenía de cómo hacerlo, es así como, a pesar de no desearlo realmente, me encuentro de un momento a otro estudiando leyes en la universidad.
En aquel ambiente insoportable para mí, de gente que iba y venía, donde escuchabas desde las ideas más coherentes hasta las idioteces más absurdas, donde la telaraña social dominaba la vida de todos con una complejidad digna de cualquier culebrón televisivo, me encuentro con un reducido grupo de personas que se identificaba con mi música. Eso fue magia pura, de repente puedo decir que tuve amigos por primera vez, algunos de los cuales perduran hasta hoy, ellos me aceptaban a pesar de mis excentricidades, a pesar de que siempre parecía decir lo más inadecuado, a  pesar de mi crudísima forma de decir lo que no me parecía, a pesar de no interesarme para nada las convenciones sociales, a pesar de vestir lo que para muchos eran más harapos que ropa, a pesar que no los acompañara siempre a los tumultos sociales universitarios y que cuando asistía quería irme lo más pronto posible, en otras palabras, me aceptaban a pesar de ser yo.

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