martes, 3 de marzo de 2015

Y nos vamos de fiestas…..o no?



Y nos vamos de fiestas…..o no?



Acá en mi ciudad inician las “Fiestas Cívicas”, más de una semana de juegos mecánicos, desfiles, monta de toros, comidas, bebidas, bares temporales de todo tipo y tamaño, como supongo debe pasar en la mayoría de nuestros países.
Por ser una región agrícola y ganadera, llena de tradiciones acorde a estas características, mucho se centra en el folclor, los caballos y el ganado, aunque siempre lo primordial es en apariencia, la parte del baile, la música y el licor.
El pueblo entero se viste con sus mejores galas vaqueras y participa de buena gana en estas actividades etílicofolcloricomusicorodeicas… pero… y cómo es una fiesta de estas desde el punto de vista de un aspie?
Desgranemos esto poco a poco
-         Gente, gente, gente …geeeenteeee, ir voluntariamente a un lugar llenos de personas desconocidas que te rodearán por todas partes, hablando, gritando, cantando, chocando contigo, mirándote, una versión hyper de un cardumen de sardinas moviéndose como una marea que amenaza asfixiarte.
-         Moda, yo no soy vaquero, no sé montar a caballo, toro, búfalo o hipopótamo, no sé ordeñar ni vacas, ni yeguas, ni cabras, ni hamsters, por lo tanto, porqué debo vestirme como una versión subdesarrollada de John Wayne o Roy Rogers. Es absurdo, todo un pueblo imitando la vestimenta de vaquero estadounidense a miles de millas al sur del Río Grande y mirando de reojo y con desprecio a quien se atreva a disentir del sentido generalizado de cómo vestirse para las fiestas. No entiendo porqué debo ir a eventos formales con una tira de trapo colgando de mi cuello y debo entender este código de vestimenta?
-         Monta de toros, actividad muy arraigada, primero digamos que, si por no disgustar a algunas personas, decido estar de acuerdo en ir, siempre me pongo del lado del toro, ya que considero que digan lo que digan siempre hay maltrato al animal, además que él nunca dio su consentimiento para participar en este espectáculo. Pues, si contra todos mis instintos decido ir, probablemente me pasaré tomando el tiempo entre las montas, criticando como se tardan más de quince minutos para prepararse para una monta que ni a diez segundos llega y dando indicaciones respecto a todas las mejoras que deberían realizar en pro de la eficiencia rodeística.
-         Bares, vuelve la marea, pero ahora alcoholizados y más ruidosos que nunca, acompañando sus gritos con música ranchera mexicana o cumbia colombiana, algo tan fuera de lugar en unas fiestas en Costa Rica como la ya mencionada vestimenta gringa. Y si es de noche aun peor porque se suelta el despliegue de luces que parecen arma de conquista para lavar cerebros de alguna muy agresiva civilización invasora extraterrestre. Y siempre las muchachas con poca ropa contratadas para contorsionarse al frente de los locales y convencer a los ingenuos de que, si entran ahí, tal vez podrían tener la suerte de “conseguir una así”.
-         Y los desfiles, sentarse horas a ver pasar a cuanto parroquiano quiere lucirse públicamente, montados en briosos corceles, humildes caballitos de finca o jamelgos muy cercanos a convertirse en algún embutido popular, todos con la característica de ir dejando a su paso un rastro húmedo y aromático de materia vegetal reciclada.
Bueno… así lo veo yo, por lo que, como comprenderán, no será muy probable que me miren llegar por allá, lo que si pueden apostar es que muy temprano en las mañanas, aprovechando que los fiesteros aun descansan de sus danzantes, etílicas y rodeísticas noches, verán un solitario vehículo transitar por las desoladas calles de la ciudad, detenerse en algún lugar donde abastecer las necesidades hogareñas y partir de nuevo lo más pronto posible a la segura madriguera del hogar, a once kilómetros de del muy alegre campo fiestero.
Salud amigos!!

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