Saben, he dejado de escribir por unos días, la verdad, ni sé
realmente porqué razón, tal vez simplemente por una dosis de pereza y bastante
de desmotivación.
Pero es que así somos, necesitamos esos periodos de
apartarnos de algunas cosas y simplemente ver la vida pasar un rato al lado,
sin preocuparnos demasiado por lo que suceda a nuestro alrededor, casi en forma
vegetativa.
Y es que supongo que en parte se debe a los factores autistas
de nuestro comportamiento que se manifiestan en algún momento y te dicen que te
apartes de los demás un rato y también en parte a lo agotador que te puede
resultar el esfuerzo diario de encajar socialmente o, al menos, hacer creer a
los demás que encajas.
O tal vez la frustración de saber que, a pesar de todo el
esfuerzo, nunca llegarás a ser visto o tratado como los demás, esto debido
supongo a que es mil veces más fácil ignorarnos que tratar de comprendernos y
darnos alguna oportunidad.
Ya cuando escribí los primeros posts de este blog, contando
algunas partes de mi juventud, había mencionado que, gracias a un sentido del
humor un tanto inusual, me había hecho “agradable” a mis compañeros del
colegio, por supuesto que esto simplemente no alcanzó para ser incluido en sus
actividades sociales, como fiestas, paseos, ir al cine o simplemente sentarnos
a conversar, aunque si se me buscaba bastante cuando se trataba de la consulta
académica o de curiosidades del intelecto, algo así como una “biblioteca con
pies”.
La verdad, esta es una situación aparentemente triste, pero
infinitamente mejor que ser molestado diariamente y tener que vivir soportando
al abuso, ahora llamado bullying, o teniendo que darte de golpes una y otra vez
para evitarlo.
Al final concluyes que nada a veces es mejor la invisibilidad
social, al menos en esas etapas de la vida, hasta que logremos encontrar esa
estrategia que nos permita se de alguna forma “viables” socialmente, cosa que a
mí me sucedió cuando inicié la universidad.
Mi hijo tiene quince años, está en noveno de secundaria, se
lleva bien con sus compañeros, pero aun así, en este año plagado de fiestas de
“quinceañeros” solamente ha sido invitado a una, lo cual no significa que lo
molesten o aparten en el colegio, pero si fuera de él.
A pesar que sé muy bien que en el fondo le duele esta
situación, no lo lamenta realmente porque al fin y al cabo, durante la mayor
parte del día, cuando está en clases, es uno más y el grupo no lo aparta ni lo
molesta.
Todos los días leo respecto a los padres de aspitos y lo que
sufren por el injusto y, muchas veces, cruel trato de del que son objeto por
parte de sus compañeros.
No puedo decirles que no sufran o no se preocupen, pero si
les diría que acepten y comprendan la situación y traten de ayudar a sus hijos
a estar tranquilos, siempre con fe en que cada uno encontrará su camino para
lidiar con nuestra cerrada y estereotipada sociedad.
Por ahora, créanme, con no ser molestados, ellos estás más
que bien.
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